Sus pasajeros eran los jefes de Estado de sus países de procedencia respectivos, la reina Isabel II y el presidente François Mitterrand, que acudían a inaugurar la línea que unía por tierra Gran Bretaña con el continente europeo. El proyecto se había iniciado en 1986 y el presupuesto original se había doblado por la dificultad técnica de la obra.
La reina declaró: «por primera vez los jefes de Estado de Francia y Gran Bretaña se encuentran sin haber tenido que tomar el barco o el avión». Tras almorzar, ambos mandatarios regresaron en otro tren hasta llegar a Folkestone (Kent), donde se repitió la ceremonia.